miércoles, 27 de septiembre de 2017

ABSOLUTO, en la búsqueda del Absoluto Sabatiano...

¿Cómo concebir el absoluto al que tanto y tan recurrentemente hace referencia Ernesto Sabato en su obra? Esa respuesta no voy a darla yo, no tengo autoridad ni certeza alguna para decirlo, simplemente intentaré acercarme a él desde cómo lo concibo, a partir del conocimiento que tengo de sus escritos y su pensamiento.

En resumen, podría decir que es posible acercarse a ese Absoluto como a Dios, pero no es tan unívoca la idea que se me viene a la mente, me explico. Quizá podemos acercarnos a él pero no como al Dios de los cristianos propiamente, sino como una búsqueda del Infinito, del Todo, ese Todo que sería como el principio más allá del propio ser humano y de la vida misma, la verdad suprema y última quizá.

Puede que no lo concibiera como el Dios del que habla la Biblia tampoco, sino como un principio creador y sustentador de todo que para el caso específico de Sabato, sin embargo, esto es solo una posibilidad, pues estando familiarizados con su pensamiento, bien podría tratarse de ese Dios Bíblico (quizá mítico más que cristiano) o ser algo completamente distinto, eso es al menos lo que veo y siento en él: que realmente nunca estuvo conforme con ninguna posibilidad porque nunca encontró una respuesta definitiva con respeto a Dios, razón por la cual quizá pudo haber escogido en su lugar volcarse en la idea abstracta del "Absoluto".

Por todo ello considero que el Absoluto podría tener una connotación que poco o nada hace con la religión tal y como la concebimos, sino que tal vez él mismo lo haya visto como algo, por ahora, y en esta condición humana, inaccesible a nuestra mente limitada y finita, como ese algo tan vasto e infinito que no puede ser descrito con un lenguaje finito, el principio y el fin de todo, la razón de ser, de todo; algo quizá similar en cierta forma, solo al sentido de la vida misma.

Mis intentos por intentar explicar cómo concibo el tema serían quizá tan vanos como no hacerlo en absoluto, por el simple hecho de mi condición humana y porque de alguna manera al intentar definir algo infinito caería de seguro también en limitarlo y de entrada cualquier intento sería en esencia y por sí mismo infructuoso.

Sabato pudo ser un genio, un sabio y un gran maestro y lo más curioso del asunto, sin ninguna pretensión de serlo, quiso que lo recordaran solo como “un viejo cascarrabias, pero en el fondo buen tipo”, nada más. Tal vez por eso precisamente fue un maestro para muchos, realmente lo fue, y si hablamos de mí, ¡vaya que lo fue!; sin embargo, a pesar de su genialidad, o quizá por eso mismo, esa incertidumbre sobre Dios y/o sobre el Absoluto parece haberlo acompañado hasta el final, o quién sabe, hasta un momento antes de partir, antes de traspasar el umbral entre esta vida y lo desconocido.

Por todo aquello, por su intelectualidad y su espíritu crítico, por su sensibilidad humana y artística, su genialidad danzó tanto con las sinusoides, logaritmos y la teoría de la relatividad como las letras, la poesía, y la pintura. Logró representar en su propia vida la dialéctica entre intelectualidad y sensibilidad que, para el mundo parecen estar tan reñidos, pero que en su vida y su obra e sintetizaron en genialidad y nobleza.

Y no solo saltó a la vista esa nobleza desde su arte, pues así como danzó, también luchó; luchó por los derechos humanos y el reconocimiento del ser humano como tal, por la reivindicación de de su condición humana, lejos de ser solo un engranaje más de la Gran Maquinaria que representa el sistema, donde el ser humano, según manifiesta, ha sido cosificado y reducido a una pieza molde y totalmente intercambiable y desechable.

Así de trágica y de apocalíptica vio la condición humana, quizá por eso la necesidad de aferrarse a ese Absoluto, así de quebrantados vio los valores en una época donde el avance científico le parecía innegable, a diferencia del progreso moral.

De este modo, fue una constante su preocupación por rescatar la dignidad del ser humano del abismo meramente materialista, quizá también por eso vivió inmerso en esa idea recurrente a lo largo, ancho y profundo de su obra. Probablemente esa recurrencia reflejaba su propia y recurrente búsqueda, su anhelo de encontrar a ese Dios, y es que utiliza el término de una manera tan abstracta y muchas veces imprecisa, cual si se tratara de una especie de añoranza suya, tan esencial como lejana, esa que él mismo tuvo a bien llamar, el "Absoluto".

Es por todo aquello y más, que su obra y pensamiento, particularmente, me ha tocado de muchas maneras. Sus escritos son ahora un rinconcito al que, a pesar de los años, todavía vuelvo, una y otra vez, como quien encuentra en aquellas páginas un refugio.