viernes, 23 de febrero de 2018

Sobre modas, prejuicios y "reivindicaciones" ancestrales...


"Si aun creemos que la Wiphala le pertenece al Movimiento al Socialismo quiere decir que no hemos aprendido absolutamente nada en estos 12 años" 
Diego Ignacio Velasquez, estudiante Ciencias Políticas, 2018
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Recientemente ha estado circulando un video donde se ve a un joven defendiendo el voto del referéndum del 21F con una Wiphala, e irónicamente, siendo esta una marcha en defensa de la democracia, fue atacado por los manifestantes solo por portarla, ¿qué clase de "democracia autoritaria y violenta" es esa? No lo es, por supuesto, resulta casi un oxímoron.  En dicho video, que a veces, lamentablemente, se comparte con orgullo, como si mostrar semejante actitud violenta, intolerante y abiertamente visceral fuese motivo de aplausos, se observa cómo su Wiphala le es arrebatada para ser destrozada y pisoteada.  

Sin ánimo de ofender pero esa actitud me recuerda a ciertos fanáticos fundamentalistas, autoritarios, violentos, etc., y sin embargo,  marchan levantando la consigna "democracia", no ensucien así esa consigna pues! No vaya a ser que luego, así como ocurre con la Wiphala que ha sido demonizada por culpa de un partido que se la quiso apropiar luego algún "vivo " salga por ahí a demonizar a quienes buscan defender y rescatar la democracia por actitudes TOTALMENTE irascibles e injustificables como esa.

Es lamentable cómo el imaginario popular tiende a relacionar cualquier expresión o manifestación simbólica indígena, sí o sí, con el Movimiento al Socialismo.  Y es lamentable, primero, porque la identidad indígena NO le pertenece a algún partido político, y por consiguiente, tampoco al MAS (aunque forme parte de su discurso demagógico), y segundo, porque hacer esa asociación revela un claro desconocimiento con respecto al proceso histórico que enarboló símbolos como la Wiphala, en este caso particular y, por extensión, de los movimientos indígenas, sus luchas y reclamos legítimos.  Lo peor, se ve mucha seguridad en tales juicios, pero ¿Existe realmente consciencia plena en esas afirmaciones cuando no existe un conocimiento que las fundamente?, o por el contrario, existe solo ideología...

Ahora bien, yo misma no me considero ninguna una autoridad en el tema, me muestro así, ignorante como soy, más no he renunciado al pensamiento crítico y menos a tratar de informarme antes de emitir un juicio u opinión.

Vamos entonces a lo que va esta entrada.

El gobierno en ejercicio, así como otros tantos de corte “progresista” en Latinoamérica, tuvieron en sus manos la oportunidad histórica de reivindicar aquello que, según las proclamas que llenan sus discursos, corresponde históricamente reivindicar; la tuvo, pero ¿qué sucedió en su lugar? La figura del indio se levantó, es verdad, pero no estoy segura si como actor político (muchas son las denuncias de discriminación contra los indígenas desde el seno del MAS, una de las más sonadas, las de Eva Copa). Y no hablo solamente de nuestro país, en general es la tendencia que el indio, el "originario"  se mimetice y enmarque en la figura del yatiri, del chamán, del brujo, el sabio, como una figura mística, casi curiosa, para contemplar y preservar en una vitrina esa idea sobre lo que es, representa y lo peor, sobre lo que se supone que "debería ser".   En la actualidad, parece ser entendido casi como una figura mainstream icónica del progresismo posmoderno (sí, ese que reniega de occidente mientras la base de su ideología proviene no solo de occidente,sino que ha sido atizado justamente desde los lugares más impensados para sus afines, Estados Unidos, además de organismos supraestatales, es decir, gan nacido del propio sistema).  

Desde tales visiones el “rescate de las culturas y valores ancestrales” parece ser una de las más importantes consignas, y en la cultura popular hoy es visto como lo más cool y espiritual de esta era, y nada que decir sobre que sea popular (como ejemplos, el Electropreste, fiesta del Aguayo, etc), el lío aquí, me parece, es que todo queda ahí, en las apariencias, se trastocan las luchas y se las adecúa a la comodidad y situación del sistema actual, se hace un cherry picking de aquello que conviene y se olvida el resto, y no hablo aquí ya de la cultura popular, sino de los gobiernos.  Así se mantiene el mismito sistema imperante, el fondo; pero se complace con la idea, algarabía y rimbombancia de las formas y lista la sopa… pero no todos se la toman 
La “reivindicación de la sabiduría ancestral” es expuesta en un escaparate como atractivo objeto que representa toda suerte de “progreso social, bondad y espiritualidad” como parte del combo posmoderno; una conciencia light vendible, vendida, y utilizada para fines muy ajenos a una verdadera reivindicación, igualdad o justicia.

Ya vimos como por un lado, por causa de una mezcla de ciertos prejuicios e ignorancia (hablo del verbo ignorar = desconocer, no es un insulto, valga aclarar en tiempos de “corrección política”), se tiende primero a tachar de “masista”, sin ningún criterio válido, toda expresión indígena, como la Wiphala, lo que ya de por sí me provoca ganas de golpear mi cabeza contra la pared; y ahora por, otro lado surge una nueva figura también enaltecida “merced” a otra suerte de prejuicios e ignorancia, pero sobre todo, a mi parecer, de consumismo y comodidad, como si pudiese comprarse enlatada la espiritualidad o la revolución social:  “El retorno a la ancestralidad” de los pueblos, como si aquello, en su forma burda y mercantilizada pudiera significar de algún modo alguna suerte de progreso sin la mediación de absolutamente nada más que su atractiva y pintoresca faz con que se maquilla y expone y vende a las masas que desde la creación de la República sí que han sido, de alguna manera, privilegiadas, los nunca desposeídos de sus tierras, en menor medida y, sobre todo, la clase política. 

Al final, y dentro de tanta polarización ¿de qué “reivindicación” se habla entre detractores que demonizan aquellas supuestas "reivindicaciones", cuando en la práctica se puede decir que solo existe una especie, ESPECIE, de reivindicación simbólica y formal, mas no esencial, y además, desde un claro desconocimiento de los símbolos que critican? Y, de qué "reivindicación" el imaginario popular más progresista puede hablar tan espléndida y pomposamente con un desconocimiento tan profundo sobre aquello que en teoría “reivindican?

Aquellas no son sino dos caras de una misma historia, el desconocimiento, atizado, irónicamente en tiempos de la llamada "Sociedad de la Información", de redes sociales y donde, ahora caigo en cuenta,  mucho de lo que se "aprende" y critica o enaltece viene de memes, en el sentido original Dawkiniano, pequeñas capsulitas de cultura que se toman y exoanden viralmente, claramente, y esto lo propongo yo, perdiendo en el proceso el panorama completo. La capacidad de concentración para el estudio, así como la capacidad para discriminar fuentes ha caído dramáticamente, ante nuestros ojos impávidos. 

Por un lado están quienes repudian toda expresión indígena por considerarla masista y por el otro están quienes, adscribiéndose a la nueva moda posmoderna de “retorno a los saberes ancestrales” aun sin diferenciar una ceremonia andina de una new age, creen reivindicar algo; ambas posiciones traspasadas por ciertos factores comunes, la ignorancia sobre el asunto (no me malinterpreten, esto ya lo expliqué), aprovechada por la manipulación ejercida desde ciertos intereses, los prejuicios, la necesidad de consumo, de pertenencia y entre otros, la moda o la simple comodidad.
“Los símbolos y ritos que hoy ostenta y festeja el Estado de Bolivia no son productos del partido de gobierno, el MAS, ni de sus miembros y jerarcas. Tampoco vienen de una “memoria larga”, de una transmisión de sabiduría inalterable, con que elucubran los posmodernos. Fueron creación laboriosa y combativa de jóvenes del Movimiento Universitario Julián Apaza, MUJA, del Partido Indio, PI, y de las juventudes del MITKA en los años 80. Esos jóvenes, tras la huella de adultos como Juan Rosendo Condori, Raymundo Tambo, Constantino Lima y Quintín Apaza, —quienes a buscaban ya imponer símbolos indianistas—, elaboraron los símbolos que ahora conocemos. Sobresalió en esa tarea un joven, Germán Choque Condori quien luego, por méritos culturales y políticos, adoptará el nombre de Inka Waskar Chukiwanka.   De las varias wiphalas que se usaban entonces, él diseñó una “que hasta el momento existe y que se ha difundido por todo el mundo”. Esta wiphala, ahora oficial, engalana hoy incluso los hombros de militares, en una institución donde todavía no se ha producido la descolonización. Germán Choque protagonizó también el restablecimiento del ahora conocido Año Nuevo Andino Amazónico. Él y otros jóvenes invitaron en junio de 1981 al amawt’a Rufino Paxsi para que celebre un rito de año nuevo en Tiwanaku, que ya no se hacía en ese entonces: “…le invitamos para que haga nuestro rito porque no podíamos hacer los jóvenes”. La wiphala y el Año Nuevo Aymara eran parte de un esfuerzo por “relacionar el pasado con el presente” con un objetivo social y político: El restablecimiento del Qollasuyu. Esos actos subversivos y restauradores han sido expropiados ahora por un proceso estancado, en el que se han dado otro sentido a esos símbolos y actos rituales, y no se reconoce a quienes estuvieron al origen de los mismos. Más bien se los ataca y denigra, como sucede con Inka Waskar Chukiwanka, cuya universidad indígena ha sido recientemente clausurada por el gobierno de Bolivia.” Pedro Portugal Mollinedo
En este marco, la “reivindicación” es proclamada como discurso bandera, especialmente entre gobiernos llamados progresistas pero, tristemente, ante la crisis actual, lo único que entre no pocos círculos se ha logrado es dar a estos intentos y luchas históricas una cierta "mala fama" entre ideologías o grupos detractores de dichos gobiernos, puedo no estar de acuerdo con el proceder mañoso y manipulador de esos gobiernos, que en efecto no lo estoy, pero tampoco puedo estar de acuerdo con aquella visión tan corta que sin ningún criterio sataniza y tacha de masista toda expresión indígena solo por causa de un gobierno, sus discursos y sus malos manejos.  Eso sería igual a satanizar a todo un país solo por causa de sus gobernantes, como que no jala, ¿verdad?

Todos aquellos caen exactamente en lo mismo que critican: un grupo de la población, ultrapolarizado, que se siente agraviado por causa de la tendencia actual de rechazo hacia los "q'haras" por considerarlos automáticamente “opresores”; esta última tendencia encumbrada por parte de otra población, también ultrapolarizada, que los repudia por causa de lo sucedido en la Colonia y (mucho más, diría yo) en la República; echando a todo "q'hara" en la misma bolsa.   

Ahora, los primeros, a la vez que reprueban aquella actitud en contra de ellos son los mismos que, al igual que los segundos, también parecen ir albergando y alimentando un repudio totalmente injustificado hacia el universo indígena en base a los mismos parámetros que tanto critican en ellos, para denostarlos.  ¿Hay alguna lógica, algo racional en todo esto? sinceramente veo más visceralidad e instinto, que otra cosa.  Es lamentable cómo se cae tan fácil exactamente en aquello que se dice criticar y condenar...

Ahora bien, seguramente entonces se justificarán también, como tanto se ha escuchado por ahí, alegando de forma peyorativa que expresiones simbólicas como la Wiphala son solo "inventos". ¿Y qué símbolo de ese tipo en determinado momento histórico no lo es? Todos son creaciones y convenciones humanas, no existen símbolos patrios "increados" o eternos. 
Así que si esa es la crítica habría que decir que le tricolor también es un invento, una creación moderna, una construcción cultural reciente.  Ambas lo son en realidad. Qué legitima, entonces, a una bandera y no a la otra, ¿tu preferencia personal?  ¡no!  

Dirán seguramente, entonces, que no es un símbolo ancestral, (en esa nueva moda de alabar todo lo “ancestral” como automáticamente bueno), pero resulta que esa idea solamente el MAS, en su ignorancia (o astucia) ha querido hacer creer; se supone que lo hicieron para engañar y manipular a sus afines y ganar feligreses, pero ¿ahora resulta que sus detractores también se han creído sus cuentos sobre que la "ancestralidad" es lo que la dota de legitimidad?  ¡Vaya irónía!.  Además, ¿acaso la tricolor lo es? Acaso por no serlo la respetan menos.  ¿Por qué parece mucho pedir respetar aquello que para otros es importante?

Es verdad, la Wiphala no es un "símbolo ancestral" dentro de la población indígena, pero en su momento, hace casi un siglo sí constituyó un símbolo de esa lucha y esa búsqueda, parte de un esfuerzo, una búsqueda intelectual, académica, política y social por reivindicar y recuperar los derechos expoliados, desde entonces se buscó reivindicar el término "indio" ya no como una categoría racial, sino política, ejercer también el poder y tener esa presencia política que ha sido deliberadamente coartada al indígena desde la misma fundación de la República. 

Es verdad que la Wiphala fue introducida recientemente como símbolo, algo así como la Tricolor que, como la conocemos, data de mediados del siglo XIX, ni siquiera desde la fundación de la República; sin embargo, nunca fue concebido como un símbolo del partido político del MAS, y aunque por causa de los tales haya perdido mucho de su significado original en el imaginario popular, aun entre muchos de los indianistas que la encumbraron y los estudiosos que llevaron adelante esta lucha, sigue siendo un símbolo que representa esa lucha propia, una que no responde a élites políticas o partidos de turno por mucho que un partido haya pretendido apropiarse de tal reivindicación (y sus símbolos).  Por otro lado, aunque les cueste creer, algunos otros de ellos han renegado de este símbolo por haber sido ultrajado y distorsionado en manos del MAS.  Y finalmente, en otros casos, sí que representa a afines al MAS, pero en ningún caso representa al MAS, ese partido tiene su propia bandera azul, y que haya perdido vigencia entre sus propias filas quizá también signifique mucho...

A pesar de todo, si se pide respeto para un símbolo como la Tricolor no veo por qué no mostrar respeto por un símbolo que para muchos aun los representa.  No es propiedad ni símbolo de un partido, reitero.

Además, acaso no puede una persona de a pie que la considera como símbolo legítimo (sabiendo que no le pertenece al MAS), acaso no puede esa persona protestar para defender, por ejemplo, el resultado del referéndum portándola? o  ¿quién tiene la prerrogativa de decidir que algo  está mal, que es o no es legítimo solo en atención a su "ancestralidad"? o porque en un error, incluso históricamente hablando, considera a la Wiphala masista como si el congreso indigenal de mediados del siglo XX hubiese sido encumbrado por dicha ideología que, entonces, ni siquiera existía? ¿Sabrán aquellos conservadores cuantas creaciones modernas se manejan también aun entre los dogmas y creencias de muchas de las religiones que profesan y no por eso las llaman peyorativente "inventos", e incluso los respetan? 

Y no, no me linchen, no hablo aquí sobre mi posición con respecto a si Dios existe, la virgen y los santos, no, eso es otro tema, a lo que me voy son a creaciones fácilmente detectables, doctrinas que NO están en la Biblia, que se supone es el libro en el que se fundamentan precisamente esas creencias ¿no? Sin embargo, hoy son cuestiones sagradas para muchos y basta eso para respetarlas aun si no comulgamos con ellas y sobre todo si no hacen daño a nadie. 

Y respetarlas no quiere decir venerarlas, aclaro, me refiero a no herir por puro ego: si no piensa como yo, si no se siente conmovido por lo que a mí me conmueve, si no se identifica con lo que yo, entonces me agravia porque yo, "capísimo", tengo la verdad y soy de los buenos.  No, no funciona así.  O cuando se irrespeta por puro gusto y gana de figurar, como tan fácilmente se hace en tiempos posmodernos al mostrar cualquier dejo de “rebeldía” aun si esta viniera enlatada, comprada en serie y con marca de "soy rebelde/intelectual/espiritual, ¡Mírenme¡" ; como si todo lo polémico representara  automáticamente algún tipo "progreso" solo por serlo; aunque está claro, la receta sí parece implicar ser automáticamente cool y como eso es bien visto por el mundo que fácilmente se adscribe a las ideas de progreso (tengan o no fundamentos racionales) podría eso volcarse en generar consciencia, educación, respeto y mucho más, pero no, desde el desconocimiento, la manipulación e extremismos ideológicos que no escuchan al otro, ha traído confrontación y polarización.  Escuchar e informarnos, entonces, no estaría nada mal. 

Independientemente de creer o no en un sistema de creencias, de identificarse o no con una construcción simbólica y cultural, respetar, mientras tales creencias y adscripciones no dañen a nadie, me parece es lo mínimo y más racional que podemos hacer, pero esto es posible desde una correcta información, cuando nos vamos despojando de las narrativas creadas por ideologías, partidos e intereses para manipularnos y enfrentarnos.

Respetar el derecho de otros de decidir lo que para ellos es sagrado.  Se puede no compartir, pero respetar el derecho que tienen los demás a disentir o a considerar sagrado lo que mejor les parezca, respetar también su libertad y derecho a la libre adscripción.  

Así como se pide respeto por la Tricolor, sepamos todos dar lo que pedimos, no ser lo que cuestionamos en otros, y sepamos respetar también la Wiphala y la bandera de Santa Cruz, y Potosí y La Paz, por mucho que sea imposible que seamos cruceños, potosinos y paceños al mismo tiempo, pero no es tan difícil, ¿verdad?  Guardemos respeto por el derecho que tiene la otra persona a creer o escoger lo que mejor le parezca, si no daña a terceros, aprendamos a reconocer ese derecho inalienable así como de seguro querremos que nos los reconozcan a nosotros mismos. 

Ahora, si una de esas creencias se extralimita y atenta contra la libertad de otros de manifestar sus propias creencias, ahí si estamos en un serio problema, y eso es exactamente lo que ocurrió en el caso del joven que, defendiendo la democracia y el respeto por los resultados del referéndum del 21F, fue lo suficientemente consecuente para mostrar también respeto por la Wiphala, mostrando que el problema con el Gobierno no está ni en su discurso de reivindicación indígena (que sea demagógico es otro asunto) sino en su autoritarismo antidemocrático y sus constantes intentos por desoír y pasar por sobre la CPE y en referéndum en el afán de su caudillo por permanecer en el poder.  Sin embargo, aquello fue tomado como una afrenta por los manifestantes que en teoría se movilizaban en defensa de la democracia, como si respetar lo que es importante para el otro fuese "pecado", aunque claro, aplicando el principio de caridad vamos a interpretar su reacción como movida por la falsa idea de que esa bandera, la Wiphala le pertenece y representa al MAS, idea que tanto mal nos ha hecho y ha traído.  Siguiendo el principio de caridad, decía, asumo entonces que atacaron al joven, cosa que NO se justifica desde ningún punto de vista, y destrozaron su Wiphala en rechazo al gobierno, pero, y aquí está la GRAN objeción que hago, en realidad NO estaban pisoteando la bandera del MAS, esa es azul, sino un símbolo que representa a millones de bolivianos que se identifican y defienden la reivindicación indígena después de todo el mal que la República les ha hecho, sí, aunque algunos alegrenente quieran negarlo o les disguste reconocerlo, es un hecho objetivo.  (Sugerencia, trabajen con la disonancia cognitiva que pueda producirles y replanteen sus creencias para basarlas más en hechos y menos en ideologías).

Desde ahí en adelante, todo mal, si las cosas siguen así, entendidas al amparo de sesgos, de desconocimiento, de mala información malintencionada o no y de manipulación ideológica, entonces, la polarización extrema y el entrenamiento entre bolivianos, aún defendiendo y buscando las mismas cosas, no hara sino agudizarse; esperemos no sea el caso, sin embargo, lo que pasó no es en absoluto una buena señal.

  
Un poco de historia.

Si bien la Wiphala fue introducida en la CPE por el MAS, esta fue introducida y adoptada mucho antes de este partido, que prácticamente se la apropió, la robó e instrumentalizó por intereses político partidarios como un objeto falsamente milenario y de culto, cosa que, evidentemente, atrae masas, y lo hizo con algo que ya gozaba previamente de aceptación y reconocimiento.  Astuto, ¿verdad? Como dirían por ahí, "de lo facilito":
“Si bien símbolos como la wiphala o los nombres de líderes aymaras como Tupak Katari llenan los actos y los discursos referidos a los “indios”, la forma en que estos elementos son enarbolados –en medio de actos “ancestrales”– nublan los procesos históricos de los que emergieron. Símbolos como la wiphala o el nombre de Tupak Katari como grito de guerra ya no están más ligados a la lucha histórica indígena. Paradoja más que llamativa, que conlleva un riesgo: brinda una idea ahistórica de los procesos de lucha que han logrado forjar al “indio” como sujeto político que busca gobernar el país, lo que da pie a que se defiendan ficciones políticas, antes que los verdaderos objetivos de este.     En buena medida, la forma en que se ha presentado al indígena en el “proceso de cambio” responde a una moda, acogida por muchas personas que se identifican como indígenas y que ha encontrado en ella su refugio identitario, por lo que la defienden apasionadamente y a ciegas. […] Hoy se asume ciegamente que indígena es sinónimo de ruralidad y antónimo de urbe, pero entre indianistas y kataristas no existía esa percepción. Por solo citar un ejemplo: Juan Condori Uruchi veía a los aymaras, no como hoy lo hacen muchos dirigentes campesinos e intelectuales “q’aras”, es decir solo como campesinos; Condori Uruchi, en 1976, entendía que “el aymara hoy es obrero, minero, campesino, clase media e intelectual.” “El Indianismo Katarista: Una mirada crítica”, Portugal/Macusaya, p.24, 28 

“Pasó el tiempo y finalmente Manuel Tarqui le comunicó que había llegado a su poder un libro procedente del Perú, en él se encontraba imágenes de la wiphala. Constantino no pierde el tiempo y se pone a trabajar, copiando las imágenes."

"Luego presentó el resultado de este trabajo en una reunión indianista: “Yo quería ver la reacción de nuestros hermanos, pero cuando mostré el dibujo de la wiphala no hubo mucha emoción. Yo les dije: Esta es la bandera que han hecho flamear Bartolina Sisa y Tupak Katari.” [Constantino Lima, Memorias de un luchador indianista, Pukara, nº 32, Junio del 2008]. L a wiphala, tal como la conocemos ahora, no estaba en la “memoria larga” de los indianistas ni de los “campesinos”, sino que fue el resultado de una investigación básica y de voluntad política para establecer un referente simbólico de lucha que esté anclado en algunos antecedentes históricos. Es cierto que en el campo era común la wiphala blanca, utilizada sobre todo en manifestaciones festivas y litúrgicas relacionadas con los ciclos agrícolas y que en varias manifestaciones políticas los aymaras enarbolaban esa bandera, como cuando ocurrió el Primer Congreso Indigena de 1945, pero esta tenía una gran diversidad, variaba en la cantidad de cuadrículas y en la disposición de los colores. A partir del hallazgo de Lima, se iría sistematizando paulatinamente la cantidad y la disposición de colores, hasta llegar a la wiphala tal como la conocemos hoy en día. Tal fue el entusiasmo de Constantino al encontrar un modelo de esta bandera, que se propuso confeccionar una él mismo. Encontró oportunidad para lucirla en abril de 1970, en semana santa, en la Pukara de Jach’a Apasa (provincia Pacajes). Ante más de un centenar de asistentes, alumnos de un colegio adventista de la región, padres de familia y vecinos del pueblo de Rosario, flameó la wiphala que con entusiasmo había confeccionado. El 6 de junio del mismo año, día del maestro, en Coro Coro, en ocasión de un ampliado campesino, la whipala hecha por Lima volvió a flamear. De aquella ocasión Constantino Lima relata una anécdota de importancia respecto a cómo fue percibida en aquellos años: en ese acto estaba presente el subprefecto de la provincia, que vio el símbolo indianista, lo que le impresionó de modo negativo y “ese mismo día telefoneó a la prefectura del departamento indicando que en Coro Coro los indios de Pacajes habían hecho flamear una bandera extranjera.” [Memorias de un luchador indianista, Pukara, nº 32]. El 15 de noviembre de 1970, la wiphala también flameó en Ayo Ayo en un multitudinario homenaje en honor a Tupaj Katari, acto en el que estuvo presente el entonces presidente Juan José Torres, junto a otras autoridades de Estado. Alrededor de una década después, Germán Choque Condori [más tarde Inka Waskar Chukiwanka], quien fue uno de los miembros más destacados de la segunda generación del MUJA, estilizó los distintos tipos de wiphalas que habían ido surgiendo desde que Lima se puso a la tarea de confeccionarla y hacerla flameara en actos públicos; Choque sistematizó la disposición de los colores y fue, en definitiva, el que impuso el modelo de wiphala que conocemos y utilizamos actualmente.” Ibid. P267,26. 

Fotografía: www.aborigenargentino.com.ar/ano-nuevo-aymara*


*Sobre el Año Nuevo Aymara, ¡uffff! eso es otra historia, espero abordarla algún día y dedicarle también una entrada, solo sepan mientras eso sucede, que el contenido del simbolismo, lo que encierra, es lo importante, no su simple y llana "ancestralidad" como supuesta y automática garantía de validez o inherente sacralidad. 



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