viernes, 11 de noviembre de 2022

Chola: Icono, cultura y pensamiento.

Miradas en torno a la revalorización del ícono y su legado cultural.


______________________________ 

“Se debe rescatar lo que hay en común, encontrar y sostener
vínculos desde el pueblo” Sayuri Loza.
_______________


Hoy, la revalorización de la imagen de la chola en Bolivia parece ser una realidad. Confluyen en esta aseveración distintas miradas y así lo revelan las nuevas tendencias donde la imagen de la mujer de pollera parece ser la protagonista. Salen a la palestra, por ejemplo, desfiles de moda centrados exclusivamente en la vestimenta de la chola paceña, colecciones de vestuario inspiradas en ella, reuniones temáticas juveniles dedicadas a este ícono de la cultura paceña y, más allá todavía, es tomada en cuenta y resalta también en el ámbito político.

En torno a este fenómeno surgen diversos puntos de vista, sin embargo, antes de abordarlos, cabe hacer un acercamiento al marco histórico y cultural que rodea a la chola, desde la Colonia hasta nuestros días.

El cholo/mestizo

Abordemos en primera instancia la relevancia y papel del mestizaje en el surgimiento de la chola. 

Su vestimenta, señala la historiadora y diseñadora de modas, Sayuri Loza, transitó un camino marcado por muchos cambios en atención a la época, los contextos y la moda.  Loza, es además historiadora, bailarina e intérprete de lenguas aymara (que es también su lengua materna, junto con el español), inglés, japonés y latín y aprendió sobre el arte de la confección de vestuario como un oficio de familia, a través de una larga tradición de sastres, sombrereros y confeccionistas, es además hija de una mujer de pollera, la recordada comadre Remedios Loza, cuya participación en la política marcó historia en los años 80, al haber sido ella la primera mujer de pollera en la historia de Bolivia en ocupar un cargo en el Parlamento.


Arriba izq. Sayuri modelando mantas de la diseñadora Amanda Aliaga. / Fotografía: Rosio Landaeta
Arriba centro. Sayuri como diseñadora presentando para Diseñarte Bolivia su colección “Maelstrom”. / Fotografía: Álvaro Pérez
Abajo. Sayuri cuando fungía como encargada del archivo histórico de RTP. / Fotografía: Sayuri Loza

La chola, explica la historiadora, viene de la mezcla racial y cultural que, desde el siglo XVI y XVII, se vino conformando de forma paulatina. En aquella época, quienes accedían a ciertos pequeños espacios de poder económico (caciques o incipientes burgueses) se adscribieron étnicamente como mestizos. Esta adscripción se produjo cuando el indígena, con cierto poder económico asimiló la cultura española; mientras que, quienes no tenían ese acceso, permanecieron como indígenas.  Estos mestizos adoptaron la vestimenta española y es de allí de donde viene la chola, señala.

El cholo, en general, no tenía acceso al territorio, por lo que no era labriego sino artesano, comerciante y, viviendo en las ciudades, se desenvolvía como una suerte de pequeño burgués, logrando poco a poco mayor poder adquisitivo. Es decir, el concepto de “mestizo” tiene más que ver con el acceso a esos pequeños privilegios que surgen al adoptar parte de la cultura española que con un aspecto meramente racial, señala Loza, ya que, a su juicio, sería algo sesgado hablar todavía en el siglo XVII de una total pureza racial entre indígenas, por mucho que al día de hoy se manejen tales conceptos.  El mestizaje fue sobre todo una adscripción a tal denominativo a partir de esas simbiosis culturales y de estilo de vida, indica.  En este contexto, los mestizos claramente no tenían los mismos derechos que los españoles, pero gozaban de ciertos privilegios, por ejemplo, estaban exentos de la Mita y del pago de impuestos.


El concepto de 'mestizo' tiene más que ver con el acceso 
a esos pequeños privilegios que surgen al adoptar parte de la 
cultura española que con un aspecto meramente racial.
El mestizaje fue sobre todo una adscripción a tal denominativo
a partir de esas simbiosis culturales y de estilo de vida,
señala Loza.

El cholo en aquel entonces se desenvolvía en una especie de punto intermedio entre quienes tenían todos los privilegios y los que no tenían ninguno, señala Loza.  Los reconocidos Antonio Gallardo o Alejo Calatayud, que se desenvolvían dentro de esta especie de clase media de los cholos, constituyeron además los primeros intentos de levantamiento en contra del régimen español.

 

La vestimenta de la chola en la historia.

Una vez conocido aquel contexto general que rodea a la chola, hagamos ahora un recorrido cronológico.  En un principio, durante la Colonia, se prohibía al local, mediante normativa, el uso de la vestimenta del español, esto, con el objetivo de marcar claramente una diferenciación de clase.  La normativa establecía específicamente códigos de vestimenta, pues no debía confundirse a lugareños con españoles, explica Loza, al tiempo que cita la investigación titulada  “La vestimenta en Chuquiawu Marca y sus procesos culturales (750-1930 d.C.)” de la historiadora Mary Money.  Sin embargo, estas  normas no fueron del todo atendidas y los mestizos fueron los primeros en empezar a vestir la ropa que usaban los españoles. 

En aquel tiempo, la mujer mestiza vestía el traje español, el mismo que ‒a diferencia de lo que se cree‒ tampoco era original de España, sino una readaptación de faldones árabes (lehengas) y mantones de Manila chinos. Cuando estos textiles llegaron a España en el siglo XVII, calaron de tal manera en las mujeres de la época que la adoptaron como parte de su vestimenta. “Estamos más globalizados de lo que creemos”, manifiesta Loza.

Casi un siglo después, con el levantamiento de Julián Apaza, los nativos comenzaron a recordar y usar la vestimenta de sus ancestros como una forma de rebeldía contra el régimen español. Para reprimir esta manifestación y ‒contrariamente a la anterior normativa‒ surgió la prohibición para el lugareño de usar ropa que le recordara sus raíces.  Se estableció entonces, tanto en áreas rurales como urbanas, el uso obligatorio de vestimenta según las normas españolas.  En occidente se instauró el atuendo de las campesinas de Extremadura y en los valles el de las de Andalucía.  A razón de ello existen hoy en día diferencias entre la ropa que lleva la chola paceña y la cochabambina, explica Loza. 

Esa idea básica se mantuvo naturalmente durante la República a pesar que desde entonces no se hizo más alusión a la forma de vestir de los ciudadanos.  Así, la moda de la chola fue absorbida por los mestizos, algunos más pudientes que otros, y fue cambiando y adoptando nuevas significaciones según la época y el contexto, acabando por ser influenciada inclusive por la moda internacional, con las flappers, por ejemplo, o con zapatos de tacón.  A partir de entonces se establece el traje de la chola como una readaptación y resignificación propia desde el mestizaje, indica la historiadora. Es decir, no fue un atuendo eminentemente indígena ni fue adoptado solamente por aquellos, como se tiende a creer hoy.

Según indica el texto editado por el Museo de Etnografía y Folklore (MUSEF), “Realidades Solapadas. La transformación de las polleras en 115 años de fotografía paceña”, las mestizas usaban la pollera para diferenciarse de las indígenas y heredar ese posicionamiento social a sus hijos. Más tarde, las mestizas que tenían un menor poder socioeconómico y que muchas veces se reconocían indígenas, fueron también adoptando la vestimenta española conforme a sus posibilidades.


Las mestizas usaban la pollera para diferenciarse de
las indígenas y heredar ese posicionamiento social a sus hijos.

Eran las mujeres mestizas adineradas de entonces, conocidas como “cholas de primera”, o “cholas decentes” las que comenzaron a usar esta vestimenta precisamente gracias a su posición económica.  Por otro lado, las llamadas “cholas de segunda”, de origen indígena y con menores recursos, usaban telas y manufactura más modesta, pero muy poco diferenciable de los de las mestizas en cuanto a elementos de la vestimenta.  Estas diferencias de clase en torno al atuendo de la chola se conocen hoy gracias a los dibujos de Melchor María Mercado, indica Loza.

 

Diferentes atuendos de las cholas según Mercado.
Fotografía: MUSEF. Realidades Solapadas: la transformación de las polleras en 115 años de fotografía paceña, de C. Cárdenas, Y. Espinoza y L. Salazar.

Así, las llamadas cholas decentes, durante la República, vestían la pollera según el último grito de la moda europea. Eran esposas de adinerados, profesionales y vivían en áreas urbanas pobladas, pero con el surgimiento de nuevas corrientes en la moda, sus hijas fueron dejando la pollera para adoptar las nuevas formas de vestir que llegaban al continente. Sin embargo, las mestizas con menor poder adquisitivo, las llamadas entonces cholas de segunda, aquellas que vivían en las laderas o áreas rurales, mantuvieron el traje de la chola, dejando de imitar a las clases altas españolas.

Esto, según Loza, sucede debido a que las clases más pudientes están a la vanguardia en moda; mientras que las clases menos pudientes suelen mantenerse todavía con tendencias anteriores. De esta manera, la pollera se fue perdiendo entre las clases altas.

Con el transcurso de los años, la élite política comenzó a sentirse amenazada por un estamento cholo urbano que iba ocupando cada día sitiales económicos de mayor importancia, según indican Irurozqui y Larson en la ya mencionada publicación del MUSEF. En este marco, se elaboró un discurso que presentaba a lo cholo como un retroceso (idea que ya durante la República las élites liberales habían propagado en torno al indígena) e incluso se llegó a difundir en el imaginario la idea de que lo cholo era una categoría cuya “autenticidad histórica” estaba extinta.

Asimismo, se llegaron a sostener visiones tan paternalistas como atroces en las que, teóricamente, se defendía al indígena por su supuesta condición de “salvaje nato”. Y es que claro, convenientemente olvidaron su rol en la recién fundada República para evitar que se fuese a pique, olvidaron que la carga para mantener a flote la República, prácticamente desde su fundación, había recaído sobre el indígena con los arbitrarios impuestos que se imponían y quitaban y volvían a aplicar a gusto y criterio del gobernante de turno, eso sin contar, por ejemplo, con las expropiaciones de territorio o el trabajo no remunerado a través del pongueaje que permaneció igual o peor que en tiempos de la Colonia..

Recapitulemos brevemente los acontecimientos y el contradictorio discurso imperante: crecimiento y mantenimiento de la República a costa del indígena, ligando a este, en el imaginario a un supuesto retroceso; lo cholo ligado inextricablemente a lo indígena y ambos concebidos como una categoría teóricamente nefasta para el país. En caso de que nada funcionara del todo para implantar imaginarios, entonces se dirá que “ya no existen cholas auténticas". Sea como fuere, la idea era controlar el poder adquisitivo de aquellos cuyos derechos habían sido desde siempre vulnerados (y hablo de Bolivia, desde su fundación) y evitar con ello, a su vez, su acceso al poder como sujetos políticos. Y es que como es ya lamentablemente conocido, en muchos casos, son los intereses los que mandan.

Larson denominó aquel hábil y artero discurso como “antimestizaje”, pues su objetivo era “controlar el ascenso cholo y contener a los indios en las haciendas” (Cárdenas et. al., 2015) para mantener la posición privilegiada de la élite dominante. Desde allí se construyeron románticos discursos de nación, pero siempre bajo la tutela de esa élite fungiendo como aglutinadores y supuestos realizadores de ese “sentimiento nacional”, siempre, en torno a sí mismos.

La élite política comenzó a sentirse amenazada
por un estamento cholo urbano que iba ocupando
sitiales económicos de gran importancia.
En este marco, se elaboró un discurso que presentaba
a lo cholo como un retroceso e incluso se difundió en el 
imaginario la idea de que lo cholo era una categoría cuya 
“autenticidad histórica” estaba extinta".
Larson denominó aquel discurso como “antimestizaje".


A través de estos mecanismos, se logró una especie de 
“estabilización de castas”, manteniendo a indios y cholos
en la parte inferior de la pirámide. Desde entonces, 
el imaginario ligó inextricablemente lo cholo a lo indígena 
y a ambos a ideas de un supuesto retroceso inminente.

Todo ello contribuyó, indican los autores, a reemplazar en el imaginario el sustantivo cholo por el adjetivo, uno que representaba todo aquello que supuestamente impedía el progreso. A través de estos mecanismos, se logró una especie de “estabilización de castas”, manteniendo a indios y cholos en la parte inferior de la pirámide social.  Desde entonces, el imaginario ligó inextricablemente lo cholo a lo indígena y a ambos se los relacionó a ideas de un supuesto e inminente “retroceso”.  

Sin embargo, la historiadora Sayuri Loza indica que hoy se vive una revalorización en torno al traje que viste la chola, pues inclusive entre personas de clase alta existe hoy interés por vestir como aquella.  Sucede actualmente, como también pasó en los años veinte, indica Loza, pues en aquel entonces no había mujer de clase alta que no buscara posar en sesiones de fotografía con el traje de la chola o ser así retratada por el pintor Cecilio Guzmán de Rojas, explica.

Las nuevas tendencias.

Hoy, en medio de esa revalorización surgen distintas propuestas que interpretan y reinterpretan la vestimenta de la chola.  Están por ejemplo desfiles de modas que, centrados especialmente en la vestimenta de la chola paceña, son ya clásicos en nuestra ciudad.  Eventos de esta índole han sido organizados en varias oportunidades por el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz y, este año, la el desfile llegó incluso a la Fexpocruz, deleitando a visitantes de todo el país en tierras cruceñas.  Entre estos eventos, destaca el “Desfile de la vestimenta de la chola paceña Remedios Loza”, donde la mujer de pollera y su vestimenta son, a todas luces, los protagonistas.


1. Desfile de la Vestimenta de la Chola Paceña “Remedios Loza” 2. Afiche oficial del evento.
Fotografía: Página La Paz Culturas


Otro ejemplo, es la propuesta de la diseñadora de modas Viviana Sanjinés, quien a través de su proyecto denominado “La Condesa Andina”, presenta colecciones inspiradas en la chola paceña pero con un toque diferente: con un estilo gótico/victoriano.  Sus  colecciones,  reinterpretan la vestimenta de la chola paceña de antaño y fueron llevadas a las pasarelas, difundidas en la prensa e inclusive han logrado interés por parte de proyectos internacionales para su exportación, algo que la diseñadora planea atender, mas no sin antes “conquistar nuestras propias tierras”, según señala.

Sanjinés apuesta por dar nueva vida a los tejidos andinos hechos a mano al implementarlos en prendas de estilo gótico, sobre todo, en corsetería.  El interés de la diseñadora radica en la recuperación de estos tejidos, puesto que son completamente artesanales y acuden a técnicas ancestrales para su elaboración.  Estos tejidos son “preservadores de historias”, indica Sanjinés, por lo que apuesta, a través de sus colecciones, a ser un vehículo más esta preservación.  Así, su propuesta busca recuperar textiles andinos hechos a mano que, según explica, cada día se elaboran y consumen menos. 

Sanjinés contactó a artesanos de las comunidades y al Ministerio de Desarrollo para echar a andar su proyecto y, además, planea en un futuro aprender a elaborar ella misma estos tejidos con base en las técnicas tradicionales.

La diseñadora Viviana Sanjinés, en su atelier de Obrajes mostrando uno de sus diseños.
Fotografía: Diario “El Alteño”

Diseños de Viviana Sanjinés para el proyecto “La Condesa Andina”.
Fotografías: Iván Suárez Leaño/ China Martínez

Por otro lado, llega la también la vanguardista propuesta audiovisual de Víctor Terceros, un cortometraje titulado simplemente “Chola”.  El material aborda el tema de la discriminación, presentando como protagonista a un varón que lleva una pollera fucsia con transparencias y tules, el torso desnudo y zapatillas deportivas.



Fotografías promocionales del cortometraje “Chola” de Víctor Terceros.


La crítica social.


Para hacer un acercamiento crítico hacia las nuevas tendencias que han puesto a la chola “de moda” se hace necesario abordar el aporte y la mirada de una mujer que usa la pollera a diario y que vive en su día a día lo que significa ser chola.  “Ahora todo lo que haga una chola es noticia”, indica Yolanda Mamani en su canal de YouTube “Chola Bocona”.  Mamani, es una mujer de pollera, estudiante de la carrera de Sociología, conferencista y es, además, youtuber, bloguera, analista y activista, entre otros.  Ella sostiene que “ser chola es una forma de vida, es lucha y pensamiento”.  Su crítica se centra en que muchas expresiones y tendencias en boga se quedan con lo superficial, en las formas, “como si fuéramos solo ropa sin pensamiento”, cuestiona.


“Ahora todo lo que haga una chola es noticia. [...] Ser chola es una forma de vida, es lucha y pensamiento”. Yolanda Mamani.  Su crítica se centra en que muchas expresiones y tendencias en boga se quedan con lo superficial, en las formas, “como si fuéramos solo ropa sin pensamiento”. Mamani.

 

Mamani expone cierta disconformidad con respecto a las nuevas tendencias que, desde la cultura pop, se centran en la figura de la chola solamente de manera superficial, olvidando, dejando de lado, su realidad.  A su vez, considera que, por otro lado, dichas tendencias son un intento válido de compensar los años de segregación que ha sufrido la mujer de pollera, intento que sin embargo muchas veces se queda con las formas y no van al fondo.

Además del mencionado canal de YouTube, Mamani maneja también el blog denominado “Ser chola está de moda”, donde analiza el rol de la chola en la política, sociedad, en la cultura, el imaginario popular, etc.  Este blog se caracteriza por enarbolar el pensamiento crítico y el librepensamiento.  Tanto en su blog como en su canal de YouTube, Mamani aborda también el fenómeno según el cual la imagen y figura de la chola se ha hecho tendencia, sentando su protagonismo en varios campos, en los que, sin embargo, poco acercamiento honesto ha habido hacia su cotidianidad y realidad concreta.

Captura del video “Chola como objeto comercializable” del canal de Yolanda Mamani
denominado “Chola Bocona”.

Según Mamani, la imagen de la chola parece hacerse importante en varios ámbitos pero, por otro lado, parece ser tratada a su vez solo como un elemento ornamental que reviste y maquilla el aspecto de entidades públicas, eventos, programas de televisión, marcas, etc., de supuesta inclusión. 

En referencia a reuniones temáticas como el “Electropreste” o la “Fiesta del Aguayo”, Mamani indica que son pocas las cholas que asisten a tales eventos, o que si están allí, es solo para recibir a los invitados, pero nadie comparte e interactúa con ellas más que para la selfie de rigor, esa que se toma como en vistas de “probar” al mundo lo inclusiva que es esa persona.  Dichos eventos se promocionan como agentes que llaman al cambio social y la reivindicación de la mujer de pollera, sin embargo, aquella que la usa todos los días es todavía excluida, señala.

En este sentido, Mamani hace una reflexión: no es necesario acudir a estos llamados encuentros culturales como si las distancias en el día a día fuesen abismales.  Indica que todos podemos acercarnos a la realidad de la chola o de cualquier expresión y manifestación indígena en cualquier momento del día sin necesidad de pagar grandes sumas de dinero a la entrada, ni de hacerlo en un día y horario específico.


No es necesario acudir a estos llamados encuentros culturales como si las distancias en el día a día fuesen abismales. Todos podemos acercarnos a la realidad de la chola o de cualquier expresión indígena en cualquier momento del día sin necesidad de pagar grandes sumas de dinero por ello, señala Mamani.


Asimismo, Mamani señala el hecho de que usar un aguayo hoy en día es visto como algo my cool, según sus palabras, y ella misma no cuestiona el hecho de usarlo, lo que cuestiona es que cuando una mujer usa la pollera todos los días, todavía es objeto de discriminación.  De esta manera, Mamani hace un llamado a la reflexión, instando a que, cuando las personas gusten de llevar una determinada prenda de aguayo para una ocasión especial, la acción no quede solamente en lo superficial, sino que se compenetren también con aquella persona que lo lleva con orgullo todos los días. 

Su cuestionamiento, además, se enfoca en quienes usan la pollera solo como un gancho para acceder a espacios púbicos y de poder, para ser presentadoras de televisión, modelos, recepcionistas en instituciones públicas y privadas, en bancos, etc., Es decir, en general, no cuestiona el uso en sí, sino, en sus palabras, “ese oportunismo”, los móviles instrumentalistas y deshonestos que a veces se esconden detrás ese uso.

 

Miradas diversas, miradas que confluyen...

Las diversas miradas aquí reflejadas fueron recogidas en tiempos y lugares distintos, ni siquiera fue un foro debate común donde las tres mujeres hoy protagonistas de este reportaje cruzaron ideas.  Sin embargo, es harto relevante y sugerente el hecho de que a pesar de provenir de entornos, estilos de vida y profesiones tan diversas, existe tanto en común entre esas miradas diversas que aquí convergen

·        Las nuevas propuestas que se hacen desde distintas perspectivas para revalorizar la pollera y/o los tejidos andinos son totalmente válidas y plausibles para Sanjinés.  Por su parte, Sayuri Loza también valora tanto la propuesta de La Condesa Andina (Sanjinés) como el trabajo audiovisual de Víctor Terceros. Indica asimismo que es maravilloso ver cómo el arte, con estilo propio, se está inspirando en el traje de la chola.   Asimismo, explica que es habitual que manifestaciones de arte tomen su inspiración en lo popular y que, independientemente de que su estética guste o no, son proyectos válidos, puesto que el arte no necesariamente refleja la realidad, sino que es más bien una interpretación, reinterpretación y deconstrucción de la realidad.  El arte por tanto, no puede censurarse, aclara. 

Así salen a la palestra, de esta manera, los primeros puntos en común en la visión de tres mujeres: la de Sanjinés, como diseñadora con inquietudes artísticas y culturales, la de Loza, como historiadora, artesana y diseñadora de modas con inquietudes tanto sociales como artísticas y la de una mujer de pollera, activista y pensadora con inquietudes políticas y sociales. 

·        En este sentido, en cuanto a propuestas creativas y de arte, Loza elogia también la propuesta de Eliana Paco, quien en un desfile de modas presentó el traje de la chola readecuado con zapatos de tacón alto.  Explicó además cómo la presentación de Paco fue duramente criticada, puesto que en el imaginario se ha creado la idea de que la chola supuestamente no usa zapatos de tacón o que no usa polleras de determinada manera, cierto tipo de blusas, etc. Allí es donde, según Loza, radica el problema, pues se pretende domesticar la imagen de la chola y subyugarla a ese imaginario. “Las personas a veces crean en su mente una imagen tan unívoca que ya no pueden reinterpretarla”, comenta. “Si a lo largo de la historia, la chola se reinterpretó a sí misma muchas veces, ¿por qué tendría alguien que decir cómo tiene o no que ser una chola para ser chola?”, cuestiona.  Lo que hay que tomar en cuenta, indica Loza, es que la chola se ha convertido en un ícono y “un ícono no pertenece a nadie” en particular.  

En este mismo sentido, Mamani cuestiona que hoy, a esa chola rebelde, contestataria y luchadora, se la ha pretendido cambiar por aquello que a la gente le gustaría que fuera, se la ha pretendido “domesticar”, señala, en concordancia con la historiadora y diseñadora Sayuri Loza, quien enfatiza en que nadie puede enseñorearse sobre el ícono cultural en que se ha convertido la chola y dictar cómo se lo va a interpretar o concebir.   

Por su parte, Sanjinés subraya que tanto su propuesta como la del audiovisual de Terceros, abogan por que “seamos quienes queramos ser”. “La sociedad tiende a criticar lo que no es convencional, pero ¿por qué no podemos vestirnos como queremos vestirnos, si queremos usar botas o zapatillas deportivas con una pollera, por qué debería ser eso motivo de rechazo?”, cuestiona.





Claramente otro punto más que demuestra cómo tres mujeres con trasfondos completamente distintos pueden tener tanto en común, y aportar no solo en sus respectivas áreas de pericia, sino también aportar y alumbrar el camino por el que podemos escucharnos, comprendernos y hermanarnos.


“Si a lo largo de la historia, la chola se reinterpretó
muchas veces, ¿por qué tendría alguien que decir
cómo tiene o no que ser una chola para ser chola?”.
Loza.

·        Mamani también hace referencia a los desfiles de moda de la chola paceña e indica que valdrían la pena siempre y cuando promocionaran ropa confeccionada por verdaderos artesanos y si las telas usadas en la confección provinieran de nuestros productores, pero que, en contraparte, tienden a usar materiales de importación china, dejando en claro, en este punto, la misma preocupación que Loza y Sanjinés manifiestan, quienes coinciden en señalar que los textiles chinos y aguayos sintéticos –que no poseen el mismo valor– estarían reemplazando a los tejidos artesanales andinos, por lo que es menester rescatarlos e incentivar dicha producción, de tal manera que sus técnicas tradicionales no caigan en el olvido.   Una vez más miradas distintas que confluyen…

·   Si bien, la chola nació con una identidad mestiza; en la  actualidad se la ha identificado únicamente con lo indígena, explica Loza.  En este sentido, se ha creado un estereotipo acerca de cómo debe ser, vestir, comportarse, como supuestamente “debe ser” en cuanto a sus usos y costumbres.  La idea de “la chola original”, señala, ignora que aquel concepto es en realidad un mito y un sesgo surgido del desconocimiento de  la dinamicidad del traje de la chola y sus variaciones a lo largo de la historia.  “La moda funciona reinventándose, transformándose y si tú evitas que se transforme, no se reinventa y va a morir”, indica Loza.

Comulgando con Loza, la diseñadora Viviana Sanjinés indica que “lo que no evoluciona, desaparece”.   Otro punto más en común, y en el que ambas diseñadoras coinciden.

·     Otro punto más en armonía entre ellas es su apreciación en cuanto al hecho, observado por ambas, de que las hijas de personas que antaño usaban la pollera la están llevando cada vez menos tal como solían hacerlo sus antepasados; aquello, a percepción tanto de Sanjinés como de Loza, es una tendencia que parece continuar  y repetirse a lo largo de los años.  Hoy, son cada vez más los hijos de personas que viven en el área rural, que migran a las ciudades y adoptan formas de vida y de vestir diferentes, indica Sanjinés. 

·    Por otro lado, tanto Loza como Sanjinés y Mamani, las tres reconocen también el interés renovado en torno a la figura de la chola, por lo cual, el arte y la cultura pop han comenzado a inspirarse en ella. “Antes se despreciaba la vestimenta de la chola. Ahora los jailones pagan por vestir así”, señala Loza; lo que en palabras de Mamani vendría a ser el ya conocido slogan de su blog “ser chola está de moda”.

 

Al respecto, Loza recuerda que su madre, la comadre Remedios fue una mujer que otorgaba mucha importancia a la vestimenta, llevándola siempre pulcra, elegante y muy bien combinada, porque con ella debía representar al pueblo. “Era una chola fashion” sostiene, e indica que marcó época no solo en la política sino que también creó tendencia en cuanto a la moda de la chola al introducir bolsos de cuero en su atuendo, los mismos que incluso eran  diseñados por Channel o Gucci. Otra personalidad que también marcó tendencia en cuanto a la moda de la chola, fue la Bella Matilde, cuya relevancia fue tal, que tuvo sus amores con dos presidentes de la República, explica.

Sin embargo, señala Loza, así como existen grandes y muy admirables mujeres de pollera, también las hay quienes demuestran acciones lamentables, que cometen, por ejemplo, actos de corrupción, que estafan, etc.  Es allí cuando a veces se usa imagen de la mujer de pollera para justificar actos injustificables, de tal manera que se hace imposible cuestionar cualquier acto reprobable porque viene envuelto entre ropajes de inclusión a partir de la instrumentalización e idealización de la imagen del indígena o de la chola con fines mezquinos.  Se instrumentaliza la imagen de la chola a partir del ícono en que se ha convertido, señala.

  • En este sentido, la historiadora aclara que tanto el hecho de romantizar e idealizar la imagen de la chola por el solo hecho de llevar una pollera, así como el hecho de menospreciarla por la misma razón, ambas constituyen formas diferentes de discriminación; algo en lo que coincide también con Mamani, quien cataloga el hecho como “racismo amable”.
En torno a este punto, Mamani hace alusión a un programa de talentos de canto en donde una mujer de pollera participó: “estaba cantando totalmente desafinada, pero la aplaudían y la hicieron pasar al grupo de ganadores porque era chola” relata. “La gente entiende que para no parecer discriminadora hay que ser paternalista con las cholas y por ello no las reprueban fácilmente en ese tipo de situaciones públicas y mediáticas.”. Al final, indica Mamani, aquello “muestra como los presentadores y jurados tenían una actitud paternalista que era a la vez un racismo amable”; pues era claro que “ellos tenían un conflicto con respecto a cómo relacionarse con la chola, pero la chola no tenía ningún problema en relacionarse con ellos”.

 

Tanto el hecho de romantizar e idealizar la imagen 
de la chola por el solo hecho de llevar una pollera, 
así como el hecho de menospreciarla por la misma razón, 
ambas constituyen formas diferentes de discriminación, 
indica Loza.


“Estaba cantando totalmente desafinada, pero la aplaudían
y la hicieron pasar al grupo de ganadores porque era chola. 
 La gente entiende que para no parecer discriminadora 
hay que ser paternalista con las cholas y por ello 
no las reprueban fácilmente en ese tipo de situaciones 
públicas y mediáticas. Claro que esto no pasa con todas 
 las cholas, pero muestra como los presentadores y jurados 
tenían una actitud paternalista que era a la vez 
un racismo amable.   Ellos tenían el conflicto respecto
a cómo relacionarse con la chola, pero la chola 
no tenía ningún problema en relacionarse con ellos.” 
Mamani.

·        En correlación con lo anterior, Loza indica que la imagen de la chola, como ícono, ha calado en el imaginario junto con ciertos sesgos, asociándola únicamente a lo indígena y a la pobreza, por lo que esa misma imagen ha sido también utilizada en discursos cuyo único fin es acceder al poder, es decir, donde el discurso de reivindicación (que es legítimo), en esos casos, no es real.  Es el caso de varios partidos políticos, señala, cuando  instrumentalizan la imagen de la chola para obtener réditos y curules al teñir su discurso de aparente inclusión o reivindicación coincidiendo plenamente en ello con Mamani si recordamos su cuestionamiento acerca del uso e instrumentalización de la pollera como un gancho para acceder a espacios púbicos y de poder.

·        Loza a su vez considera que si bien ciertas expresiones de la cultura pop popularizan la imagen de la chola, poco se preocupan por acercarse a su realidad. “Amas a la chola, pero no te casas con ella”, subraya.  Lo mismo que Mamani, quien, recordemos, cuestiona aquellos eventos se promocionan como “encuentros culturales y de integración”, como agentes del cambio social, la inclusión, revalorización y reivindicación; sin embargo, en dichos eventos la mujer de pollera está allí presente solamente como servidumbre o, en sus palabras, como “objeto de adorno”, pero nadie comparte en realidad con ella. Entretanto, la mujer que lleva la pollera a diario, en la cotidianidad, todavía es excluida y discriminada. 

Aquel vínculo, señala Loza, se tiene que fortalecer para que dichas expresiones no caigan en la forma solamente, dejando de lado el fondo, como indican ambas mujeres.


“Amas a la chola, pero no te casas con ella”
Loza.


Aquellos eventos se promocionan como “encuentros
culturales y de integración”, como agentes de cambio social, 
inclusión, revalorización y reivindicación; sin embargo, 
en tales eventos la mujer de pollera está allí solamente 
“como objeto de adorno”, pero nadie comparte en realidad con ella.
Mientras, la mujer que lleva la pollera en la cotidianidad 
todavía es excluida y discriminada, indica Mamani.


Las pretensiones del imaginario popular de tratar de encasillar a las personas en lo que ciertos sesgos parecen dictar las ha sufrido Loza en carne propia, en ocasiones en las que, solo por ser la hija de Remedios Loza y Carlos Palenque, muchas personas esperaban que automáticamente “debería” vestir u opinar de una determinada manera o quizá, incluso, adscribirse mecánicamente y por inercia a una ideología determinada. 

Así, por ejemplo, relata que en el colegio constantemente le decían “no te quieres adaptar, sigues hablando con tus palabras en aymara, sigues viviendo en El Tejar, ven a vivir aquí, al centro o sur de la ciudad”. Mientras, del otro frente estaban indianistas que “no soportaban que yo esté feliz de ir a Europa, que me guste el flamenco, que no me guste la Morenada, o que quiera hablar japonés”.  Sin embargo, ella expresa no tener deseo alguno de adaptarse a ninguno a los dos bandos ni complacer a nadie.  “Me gusta mi estilo, me gusta creer en la Pachamama, tener mis konopas (figuras ceremoniales labradas en barro o piedra que representan deidades andinas).  Además, creo en la reivindicación indígena, me parece terrible lo que le ha hecho la República al mundo indígena, mucho más que la Colonia”, señala.[*]  

Indica además que le gusta la wiphala mucho más que la tricolor y que solo por eso ha tenido que soportar prejuicios y etiquetas como “resentida” o “indianista radical/extremista”, siendo que desde el propio indianismo también la han prejuzgado por supuestamente olvidar sus raíces, mientras en el primer “bando”, la señalan cuestionan por no querer “progresar” y de una vez olvidarlas. 
Lo anterior parece ser una muestra clara de la polarización insana (y plagada de sesgos y prejuicios además) en la sociedad en que vivimos inmersos, a pesar de que, como ya vimos en este pequeño reportaje, como sociedad boliviana (independientemente de cómo se perciba cada uno y su trasfondo cultural, ideológico, etc.), tenemos tanto en común que bien haríamos en explotar y exprimir para reconstruirnos, para tender puentes, escucharnos y avanzar.

A manera de conclusión...

El asunto no está en el discurso, no en las formas, sino en el fondo, señala Loza; en ese acercamiento necesario en lugar de concentrarse en descalificar al otro. “En la mezcla está la riqueza, en mezclar moda, comida, música, en cohabitar, en el reconocimiento de todos como mestizos, pues todos tomamos Coca-Cola usamos jeans y smarthphones”, indica. Sin embargo, señala la historiadora, aunque quizá no se vean resultados a corto plazo, estamos llamados a actuar, a hacer lo correcto para construir ese sentimiento común.

Al principio, señala Loza, las nuevas tendencias de revalorización de la imagen de la chola posiblemente comiencen solo por marketing, sin embargo, rescata también la idea de que algo de esos intentos va a calar en las futuras generaciones y eso es lo importante según ella. “Se debe rescatar lo que hay en común, encontrar y sostener vínculos desde el pueblo” indica, aquellos que los discursos políticos, desde el poder, pretenden destruir con manipulaciones creadas a conveniencia.

Para construir, es necesario que todos reconozcan y valoren la simbiosis de elementos raciales y culturales que acercan a las personas mucho más de lo que se imaginan, reflexiona... 

...Y el presente reportaje, con las opiniones en tanta armonía y convergencia desde tan diversos ámbitos, parece ser una pequeña muestra más de ello.

______________________________ 
Para construir, es necesario que todos 
reconozcan y valoren la simbiosis de elementos
raciales y culturales que acercan a las personas 
mucho más de lo que se imaginan.
Loza
_______________


________________________________________

Referencias documentales:

Entrevistas:
  • Sayuri Loza (10/2020; 05/2022)
  • Viviana Sanjinés (09/2020)


________________________________________

[*] Aquí, me atrevo a pensar, bien podría hacer alusión a que la independencia no trajo mejores días, condiciones, ni derechos para la población indígena, es más, fueron sometidos aun siendo parte de la propia República que, en teoría, habría de ser sinónimo de nuevos valores como “justicia, libertad, igualdad y propiedad” entre otros; pero, ¿justicia selectiva?, ¿es eso “igualdad”?, ¿libertad para quién?, ¿derecho a la propiedad mientras la República les arrebataba y expropiaba sus tierras?